Fotografía tomada de La Nación |
Esta simulación del ascensor
concentró todo el espacio de la puesta en escena. La carga simbólica y
dramática de la obra se concentra en el ascensor. En un plano funcional, el
ascensor es un lugar de paso, mueve un cuerpo de un punto a otro y facilita la
movilidad. No obstante, en la puesta, el ascensor nunca conduce al lugar de
destino. El esperado anonimato que se entraba en una situación cotidiana como
“tomar el ascensor” no sucede. Los personajes en escena en lugar de subir hacia
su destino, realizan un viaje hacia la crueldad e insensibilidad del ser humano
(casi un descenso al infierno).
En la primera escena, Marlon
(jefe de mantenimiento) pregunta a Milan (joven desempleado) a cuál piso se dirige,
el joven le dice que al piso 14. Ante su respuesta, Marlon comienza a referirse
al carácter endeble y cómico de Milan, a quien se le nota su desesperación por
conseguir un empleo. La conversación sube de tono, Marlon insiste en que Milan
es un débil del sistema, pues no impone
su voluntad ante los demás. Este aspecto principalmente se desarrollará en
torno al tema de las relaciones amorosas con las mujeres.
Para Marlon, a las mujeres nunca
hay que hacerles el amor, nunca llevarlas al orgasmo porque lo que importa es
el placer del hombre. Dominar a las mujeres parece ser la clave del hombre
exitoso que busca representar Marlon. Quien además toma toda una simbología de
los gánsteres americanos (Marlon Brandon y Al Pacino). En cambio, Milan confiesa
avergonzado que todavía es virgen, a lo que Marlon no duda en burlarse. En
escena entra una mujer joven, Brigitte, que al igual que Milan se encuentra
desempleada.
Después de la entrada de la joven, Marlon adquiere una posición más dominante ante los otros dos personajes (pues es
el único que puede abrir el ascensor).
La claustrofia del espacio empieza a provocar más angustia. De repente,
se abre el ascensor y en lugar de salir, entra un hombre mayor bien vestido,
quien dice ir a visitar a su hijo. El tiempo en el ascensor se alarga. La
desesperación crece. El viejo resulta llevar un arma y la presencia de
Brigitte ha despertado su deseo sexual. En este momento, Brigitte harta de
las humillaciones que ha recibido, dirige
a los tres hombres un discurso sobre su condición de mujer, en un sistema que
la juzga según el largo de su enagua. Las palabras de la joven no son
entendidas. Y pocos minutos después, el viejo usando el arma intenta violarla,
Marlon lo interrumpe y le sugiere a Milan que esta es su oportunidad para
quitarse su problema.
Milan dudoso accede ante la brutal
sugerencia de Marlon e desea violar a Brigitte, sin embargo, Marlon le dice
que no lo está haciendo bien e inmediatamente él también la viola. Esta
demostración in crescendo de las
acciones termina con el puerta del ascensor abriéndose. Un silencio sepulcral. Brigitte
y Milan se ponen sus ropas de nuevo, salen del ascensor y no dicen nada.
En el fondo, quedan el viejo y
Marlon, quienes lentamente se colocan
sus ropas. Pasados unos minutos empiezan a conversar. En ese momento, el espectador comprende que todo este
encuentro ya había sido planeado. Esto lo confirma la intervención de una joven
(la directora Marín) al final de la escena, quien además le dispara a Marlon, pero como es
teatro la bala no mata.
Este final por completo
desconecta al espectador, quien viene siguiendo un plano de ficción, ha visto
ante sus ojos casi 50 minutos la humillación y violencia que ejerce Marlon, sin
embargo, la no-muerte de Marlon conduce a una aceptación inversa de ese
contrato de ficción – pues esos personajes que se han visto en escena existen
también en la realidad (fuera del teatro). El efecto es aterrador, pues el
espectador se da cuenta que la crueldad e insania de Marlon es parte de un
sistema neoliberal que premia a unos cuantos, mientras que los demás (que
también van en el ascensor) han naturalizados las exclusiones e injusticias que
viven a diario.
La violencia psicológica y,
posteriormente, física que sufren –Brigitte y Milan– parece ser la aplicación
de la famosa ley de supervivencia de Darwin, solo él más fuerte sobrevive.
Aunque habría que agregar que en la lógica de Marlon, el más fuerte ningunea la
existencia del otro. Una puesta asfixiante en donde las acciones se imponen en la
lógica retorcida del mercado y del dinero. Un simple viaje en ascensor conlleva
una demostración de la violencia de un sistema (cualquiera que sea) que premia
la voluntad solo de un individuo.
Recomendación. Otra reseña sobre la obra en Teatro en crisis
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